miércoles, 1 de octubre de 2008

Prevención de Adicciones

CARLOS ALBERTO BARZANI
Lic. en Psicología
Especialista en Adicciones y otras Problemáticas del Consumo
Jefe de Residentes Hospital General de Agudos Enrique Tornú (2002-2003)
Coordinador de grupos
Tel: 6317-9769 / (15) 4075-9769
E-mail: carlosbarzani@yahoo.com.ar
http://www.carlosbarzani.com.ar

La cuestión de la prevención es siempre un tema difícil; ésta apunta a mejorar las condiciones de salud y anticipar el daño tendiendo a evitarlo. Sin embargo, la psiquis humana es muy compleja y a veces ocurre que lo que intenta ser un consejo con buenas intenciones que apunta a evitar algo no deseado, provoca el efecto contrario. Sobre todo en un tema tan controvertido como son las adicciones a ciertas drogas. Así, en muchas ocasiones no se habla de las personas que tienen una adicción, sino de las drogas y los drogadictos.
Es frecuente escuchar en las crónicas policiales de hechos violentos la infaltable pregunta acerca de los delincuentes: ¿estaban drogados? Como si la conducta criminal fuera efecto de la droga y no de una persona responsable de sus actos. Evidentemente, para ciertos sectores es más sencillo hablar del flagelo de “la droga” que del creciente nivel de violencia y de desamparo en nuestras sociedades, ya que abordarlo desde esta otra perspectiva llevaría a hablar de políticas sociales llevadas a cabo por los Estados.
Los mensajes masivos, en su mayoría, se caracterizan por ser moralizantes, autoritarios y/o apelar al miedo, desembocando en repetidos discursos proselitistas que sólo poseen sentido y eficacia para quien los produce. Estas estrategias no sólo no disminuyen el consumo de drogas, sino que en algunos estudios se ha visto que lo aumentan.
Por otro lado, aunque en ciertos ámbitos se generen “interesantes” y “apasionados” debates, ubicar el problema en “las drogas” centra la discusión en un lugar equivocado, ya que omitimos ver la relación que la persona puede tener con la sustancia. Si desplazamos el haz de luz hacia la relación de los seres humanos con las drogas veremos, por ejemplo, que algunas de ellas fueron consumidas en ciertas comunidades indígenas durante mucho tiempo. Allí cumplían una función importante en ciertos ritos religiosos o de iniciación y no crearon adicciones. Aquí advertimos que la relación que estos pueblos tenían con estas drogas era diferente a la que se tiene en nuestra cultura occidental judeo-cristiana. En la sociedad actual las drogas legales –alcohol, tabaco, fármacos- son un objeto más de consumo y se ofrecen a través de campañas publicitarias que prometen éxito, placer, diversión, eficacia, según el caso. Las drogas ilegales – marihuana, cocaína, pasta base, éxtasis, etc.- son concebidas como sustancias demonizantes. Por otra parte, la ley confiere a los consumidores de drogas ilegales el doble estatuto de delincuentes y enfermos. El consumo de drogas requiere atención médica y/o psicológica, pero la tenencia constituye un delito…
Cabe aclarar que no todo el que consume o consumió alguna sustancia -sea esta legal o ilegal- ha desarrollado o va a desarrollar una adicción. No obstante, es frecuente que un individuo crea que maneja a su antojo el consumo que realiza y, sin embargo, sin darse cuenta, el imperioso deseo de consumir ocupe importantes momentos de su vida. Por ejemplo: algunas personas necesitan “entonarse” para ir a bailar o para encarar a alguien, o fumarse un “porrito” para ir a un recital, sino lo hacen, tienen la sensación de que algo les falta, que “no es lo mismo”.
En síntesis, el problema no es lo que se consume. El problema es ¿para qué se consume?

Si centramos la atención en la palabra adicción, al menos en castellano, nos remite a la falta de palabra, esto es, no decir, no hablar[i].
Esto nos lleva a un punto central y es que en general muchas personas llegan a tener una adicción por la imposibilidad de hablar de ciertas cuestiones y no poder resolverlas a través de la palabra. El consumo adictivo de sustancias puede estar referido a las más diversas motivaciones. Puede estar al servicio de intentar anestesiar un dolor, aliviar la angustia, insensibilizarse ante sentimientos displacenteros, tapar un vacío, calmar la ansiedad, provocar un estado de euforia, escapar de la monotonía y el aburrimiento, producir un estado de ensoñación, pero no lo logra. El efecto de la sustancia es transitorio, cuando se disipa se necesita volver a consumir. Si la adicción intenta resolver un problema, para resolver la adicción se tratará de encarar el problema o motivo que llevó a la persona a consumir adictivamente. Situación que es difícil reconocer, ya que muchas veces se trata de paliar algún conflicto interno que aquélla desconoce. Es importante destacar este punto porque no se trata de intentar sacar palabras con tirabuzón.
Una evaluación terapéutica por profesionales que tengan experiencia en el tema puede ser un camino que conduzca a descifrar y desanudar el problema.

Drogas, alcohol y adolescencia

Desde hace años circulan discursos que categorizan las adicciones como un problema de los jóvenes. Si bien la problemática se extiende a una franja etaria que abarca desde los púberes hasta los adultos mayores, variando en la frecuencia, cantidad y tipo de sustancia, el inicio del consumo se produce mayormente en la adolescencia.
El hecho de que la adolescencia sea la etapa de la vida de mayor vulnerabilidad para el inicio del uso y abuso de drogas puede explicarse por las características propias de ella, como parte de un proceso de profundas transformaciones biológicas, psicológicas y sociales.

La adolescencia es una etapa donde se conjugan momentos de búsqueda de identidad, de cambios corporales, de iniciación sexual, duelos, diferenciación respecto de los padres y búsqueda de otros modelos , fluctuaciones emocionales (rabia, pena, miedo, alegría), de nuevas responsabilidades, de replanteo y cuestionamiento de valores, etc. Todos estos procesos pueden producir angustia, malestar, conflictos, que en algunos momentos resulten intolerables. Recíprocamente, esta etapa también es difícil para los padres que, ante el proceso de crecimiento del hijo, deben atravesar diferentes transformaciones y enfrentar múltiples reubicaciones. Algunas de ellas consisten en encarar diversos duelos -desprenderse del hijo niño, dejar de funcionar como ídolo y aceptar una relación llena de críticas y ambivalencia, admitir su propio envejecimiento, entre otros- y re-vivir aspectos de su propia adolescencia y de la relación con sus propios padres. Al mismo tiempo, deben hacer equilibrio entre no ser ni demasiado sobreprotectores o invasivos, ni demasiado permisivos o ausentes.
Ahora bien, si la estructura psíquica y el sostén afectivo familiar del joven no logran soportar, contener tales estados, el consumo de alcohol y/o drogas que la sociedad y los grupos de pares ofertan les sirve para paliar el malestar y encontrar algunos momentos de alivio.
Como decíamos anteriormente, el eje del problema no son las sustancias, sino qué le pasa a ese joven que no puede encontrar otras formas de elaborar y resolver los conflictos y procesos que está atravesando. Hay que dilucidar para qué le sirve la droga y por qué no puede encontrar otra manera de encarar los obstáculos que se le presentan.
Si bien no todo adolescente que consume o prueba drogas o alcohol llega a tener un problema de adicción, muchos pueden llegar a tenerlo. Asimismo, no siempre es necesario un tratamiento prolongado, algunas entrevistas con un profesional pueden esclarecer la situación. En muchos casos un acercamiento franco de los padres puede alcanzar para ayudarlos a encontrar un camino que les de más elementos para resolver la crisis.
Los padres de púberes y jóvenes a menudo preguntan cómo saber si su hijo “se droga”, la respuesta no es sencilla; pero sin duda, una de las maneras es escuchándolo. Los adolescentes -y no sólo ellos- pueden hablar mejor sobre cualquier tema con quienes “saben” escuchar. Ciertas actitudes obturan la posibilidad de comunicación y son incompatibles con una disposición genuina de escucha. Cuando se juzga, se aconseja o sermonea en exceso, se critica, se ridiculiza, no se toman en cuenta o se toman a la ligera sus opiniones o existen grandes contradicciones entre lo que se dice y hace, se están colocando obstáculos en el vínculo con los hijos. “Escuchar” no se trata sólo de no interrumpir mientras el otro habla, sino de tratar de comprender lo que nos dice y lo que quiere decirnos.

Algunas señales que pueden estar indicando el abuso de alcohol y/o drogas son la aparición de: fatiga, quejas continuas acerca de su salud, ojos enrojecidos, tos persistente. Cambios repentinos de humor y/o personalidad, irritabilidad, insomnio o somnolencia persistentes, conductas de riesgo, depresión, desinterés generalizado, dejar de comunicarse, ausencias frecuentes y problemas de disciplina en la escuela, entre otras.
No está demás aclarar que algunas de estas manifestaciones pueden ser indicadoras de otros problemas. Si bien los padres pueden reconocer señales que sean expresión de dificultades, no se espera que ellos hagan el diagnóstico. El primer paso es consultar con un médico para estar seguros de que las señales que se perciben no sean efecto de causas orgánicas. Luego, conviene proseguir con una evaluación realizada por un profesional de la salud mental. Para finalizar, es importante subrayar que aunque no existen recetas para prevenir problemas de adicción en un adolescente, podrían enumerarse algunos puntos que abren mayores posibilidades de que las dificultades que se vayan presentando a lo largo de esta etapa no sean desproporcionadas:
• generar espacios de comunicación donde la expresión de sus opiniones y manifestaciones sean valoradas,
• evitar comparaciones entre sus resultados y los de los demás,
• disponer normas y límites claros y coherentes;
• facilitar la inclusión en actividades que permitan construir vínculos y pertenencias,
• alentar la inserción en espacios que permitan el despliegue de la creatividad y el desarrollo de capacidades y destrezas, etc.

[i] La palabra adicto proviene del latín, addictus que quiere decir adjudicado. En el derecho romano se llamaba addictus al deudor insolvente que había sido adjudicado al acreedor para que éste cobrase su deuda, pero sin perder su condición de ciudadano romano si dentro de un plazo de sesenta días pagaba se deuda. En caso contrario, se convertía en esclavo de su deudor. En este sentido alude a estar “entregado” o “esclavizado” a causa de sus deudas.

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